Francisco Javier Balmis y Berenguer fue el médico responsable de que, a principios del siglo XIX, España realizará la primera campaña de vacunación mundial de la historia.
Desde el principio todas las capacidades e infraestructuras sanitarias de las Fuerzas Armadas se pusieron al servicio de la sociedad. No solo médicos, enfermeros, auxiliares o coordinadores de urgencias, sino todo tipo de materiales como respiradores de UCI, torres de anestesia, respiradores portátiles o geles hidroalcohólicos.
La Brigada de Sanidad del Ejército de Tierra (BRISAN) respondió a la emergencia diseñando y construyendo hospitales temporales por varios puntos de España donde la pandemia azotaba con mayor intensidad. Desplazaron ambulancias, trasladaron enfermos y equipos médicos militares.
Además, se movilizaron todo tipo de especialistas militares: desde infantes de marina a electricistas, fontaneros o cocineros para garantizar el funcionamiento que todas las infraestructuras sanitarias. También se crearon albergues para aquellas personas que necesitaran realizar la cuarentena. Hasta psiquiatras y psicólogos de la Unidad Militar de Salud Mental estuvieron dando el apoyo moral necesario a pacientes y familiares.
Si algo era crucial para vencer la pandemia producida por la COVID-19 fue la desinfección de infraestructuras y servicios esenciales para toda la población. Las Fuerzas Armadas se desplegaron en puertos, aeropuertos, mercados, estaciones de trenes y autobuses, hospitales y otras instalaciones sanitarias, centros sociales, penitenciarios y muy especialmente a las residencias de ancianos.
El objetivo era transformar las zonas rojas contaminadas, en zonas verdes libres de coronavirus.
Además, los vehículos militares se reconvirtieron en potentes nebulizadores para la limpieza de grandes superficies, como el Pabellón 19 de IFEMA, habilitado como albergue para personas sin hogar.
Nuestras Fuerzas Armadas incluso diseñaron para la ocasión un robot de desinfección, ATILA (Antivirus por Iluminación Ultravioleta Autónomo) para actuar en las zonas de mayor riesgo.
La Operación Balmis no hubiera sido posible sin la capacidad logística de las Fuerzas Armadas para el transporte y distribución de personal y medios, suministros médicos, así como el traslado de pacientes.
Hasta el 1 de junio nuestras Fuerzas Armadas recorrieron más de 250.000 km en todo el territorio nacional, el equivalente a seis vueltas al mundo.
Buques, aviones, fragatas, camiones, helicópteros… Todos los medios se activaron para proporcionar constante apoyo logístico allí donde se requería.
El reparto de alimentos y otros productos básicos entre la población también han sido parte de los cometidos de las Fuerzas Armadas en la Operación Balmis. Prácticamente todas las unidades militares han colaborado con los bancos de alimentos haciendo llegar miles de toneladas de comida y productos básicos a los más necesitados.
11 millones de mascarillas
4.5 millones de guantes
68.000 litros de gel hidroalcohólico
237.000 monos de protección desechables
Las Fuerzas Armadas apoyaron al resto Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado a través de las actividades de presencia y reconocimiento.
Así se establecieron patrullas conjuntas con el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil para vigilar las infraestructuras esenciales de nuestro país como estaciones de ferrocarril, aeropuertos, centrales nucleares y nuestras fronteras. Así como garantizar el cumplimiento del Estado de Alarma por parte de la población para impedir la propagación del virus.
Otro punto importante ha sido la presencia de los militares en áreas de acceso a los servicios de urgencias de sus hospitales, absolutamente colapsadas durante las semanas más críticas.